Cuando hablamos de pulpo y de pulpeiros / as hablamos de una tradición gastronómica ligada a una Comunidad (Galicia), vinculada a una provincia (Ourense), arraigada a una Villa (O Carballiño) y que cobra su máximo esplendor en un pequeño pueblo (Santa María de Arcos). En donde el oficio de pulpeiro o pulpeira tiene un sentido especial. Un sentido especial difícil de recoger con palabras, se trata más bien de una forma de vida que impregna una personalidad, una personalidad basada en la constancia, el sacrificio, el trabajo duro, la disciplina… Características forjadas tras generaciones de vidas itinerantes que han conseguido transformar un oficio gremial estructurado en familias, en un arte. Un arte que ha llegado a nuestros días y que compite de tú a tú con las ofertas gastronómicas más actuales.
No podía haber sido de otra forma, ya que esto que llamamos arte no surge por casualidad, es fruto del conocimiento adquirido y transmitido por personas que tienen como oficio, durante toda su vida, simplemente, cada día, cocinar el mismo plato, con el mismo producto y los mismos ingredientes.
Lo que lo convierte en un arte no es la repetición, es el esmero, el cuidado, el cariño, la templanza, la ilusión diaria porque cada “caldeira”, cada “rabo” y cada ración estén “en su punto”. Ese punto en que cada pulpeiro sabe que es el punto en el que le gusta a cada cliente, su cliente, particular.
A veces las cosas simples son las más extraordinarias. En este oficio siempre es así.
La pulcritud de una caldera recién lavada, el orden de una furgoneta bien cargada, la justa medida del aliño del sal y pimentón, el justo grosor de “unha tallada…
Hacen que esta profesión, inculcada o aprendida, sobreviva y crezca. La ilusión por hacer un nuevo cliente, las ganas con las que se acude a una nueva romería, el volver domingo tras domingo al puesto habitual, las peleas con los proveedores por tener siempre el mejor pulpo, los tira y afloja con los clientes porque…”Ese rabo non ten catro raciós” .. Las noches alegres y las mañanas tristes propias de los madrugones de los domingos…
Particularidades, unas propias, otras comunes a otras profesiones, que conforman este oficio tradicional, y que hacen que los pulpeir@s sean auténticos gladiadores/as en su trabajo.
Nosotros, sin pedirles nada, les debemos mucho. Así que nuestra primera entrada en este pequeño blog debía estar dedicada a ellos.
Gracias pulpeiros e pulpeiras!!!